Segovia es bonita, incluso con bufanda

Decía un viajero que frecuentaba Segovia varias veces al año, que la ciudad del Acueducto se mudaba en cada estación. Es más, Rigoberto Alonso, que así es como se llamaba, visitaba mucho la ciudad porque vendía telas en los comercios de Segovia. Él mismo se identificaba como un viajante de verdad, pues no solo se limitaba a ser un viajero que vendía, sino también una persona que disfrutaba con los lugares que conocía. Y Segovia siempre estaba entre sus destinos laborales favoritos.

Rigoberto decía –en las sobremesas, siempre distendidas, del Mesón de Cándido-, que Segovia era una cuestión “de temperatura”. Su teoría era sencilla: daba igual si se llegaba en un día caluroso de verano, en una mañana primaveral, o en una cruda tarde de enero, con nieve incluida. O bajo la lluvia… La climatología nunca era un inconveniente, todos los momentos le permitían revivir secuencias únicas en la misma Segovia. “Solo las grandes cosas de la vida no necesitan medirse a través de la temperatura”, decía el buen hombre. Por eso la ciudad de Segovia es así, no importa la estación del año.

En los meses de invierno, cuando el frío se queda a la puerta del hotel, siempre esperamos que la cruce el señor Rigoberto. Será difícil que regrese, pero nos recuerda que Segovia también es muy bonita en invierno y con bufanda.

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